El miedo es una respuesta de nuestro cuerpo ante un peligro que amenaza nuestra salud o seguridad física o emocional. Podemos tener miedo a aquello que nos ha hecho daño en el
pasado, a algo que pensamos o imaginamos que nos lo puede hacer en el futuro, o incluso miedo a lo desconocido.
Hay miedos que surgen de manera natural a lo largo de nuestra vida, se denominan miedos evolutivos, como el miedo a la oscuridad, a ruidos fuertes, a insectos y animales, a ser abandonados, a los extraños, etc. Estos miedos aparecen en algún momento de la
infancia y luego tienden a desaparecer sin problema en la mayoría de los niños y niñas.
Desafortunadamente no siempre desaparecen (o no lo hacen completamente) o incluso pueden surgir otros miedos mayores. Cuando un miedo es desproporcionado, es irracional para la persona que la
padece, provoca mucho malestar o sufrimiento (pudiéndole generar altos niveles de ansiedad incluso ataques de pánico) y hasta le llevan a evitar
situaciones o lugares por miedo a algo, entonces estamos hablando de una fobia. Las fobias sí pueden afectar a la vida cotidiana de una persona debido al malestar que les
ocasiona.
Existen 5 tipos de fobias simples o específicas:
Fobia a animales: palomas, arañas, ratas, serpientes, cucarachas, perros, etc.
Fobias ambientales: tormentas, alturas, oscuridad, agua, etc.
A la sangre, al daño, dolor e inyecciones.
Situacionales: usar transporte público, pasar por túneles, puentes, usar ascensores, miedo a volar en avión, conducir, a espacios cerrados, etc.
Otras: atragantarse, vomitar, caerse al suelo, ruidos fuertes, disfraces, contraer una enfermedad, a la suciedad, a asfixiarse, etc.
También se puede tener miedo a relacionase con personas o hacer cosas delante de un grupo de personas o de un público, como actuar, hablar, comer o escribir en público. Cuando este miedo se
vuelve desproporcionado y genera mucho malestar se llama fobia social.
Por último, cuando una persona tiene un conjunto de miedos variados como miedo a salir de casa o quedarse solo, viajar, estar en lugares públicos, espacios abiertos, lugares en los que le
resultaría difícil escapar o huir si lo necesitara, o miedo a las propias sensaciones corporales de ansiedad y angustia, entonces se hablaría de agorafobia.
Se puede aprender a tener o responder con miedo a muchas cosas, pero igual que se ha aprendido a responder con miedo, también se puede des-aprender y aprender a responder de
otra manera, una manera más valiente, útil y práctica, desde la tranquilidad y la confianza en uno mismo.